Esta historia comienza en 1855, cuando Josep Ros Furió, un
apasionado de la cerámica, decide recuperar la técnica de los alfares
musulmanes del reflejo metálico. Nace así la fábrica de cerámicas y mayólicas La Ceramo. De ella salieron las
cerámicas que decoran edificios de la ciudad tan famosos como La
estación del Norte o El Mercado Central entre otros.
En el edifico de estilo neomudéjar construido de ladrillo, llama la atención su portada, con un arco de medio punto, sostenido por dos columnillas que no lo sostienen ya que son decoración. Sobre la puerta en el centro del arco una media luna azul, con el número, una
placa con el nombre de la fábrica, y sobre ésta un simplificado escudo de la
ciudad. Por encima hay un relieve con una
inscripción en árabe. A ambos lados se levantan dos torrecillas de traza
gótica.
En el interior más sorpresas, encontramos la zona residencial, donde vivían
los propietarios, y la zona de producción.
En esta última se encontraban espacios tan singulares como las balsas para la
decantación y limpieza del barro, la leñera o los hornos, tres para cocción normal y uno para reflejos metálicos.
Pese a formar parte de la historia y memoria y su importancia como ejemplo de una manera de vivir y trabajar de una época, su estado
actual de deterioro y abandono es alarmante. Varios colectivos y asociaciones
piden desde hace tiempo una intervención que convierta el edifico en un espacio
público y útil. Sin embargo ni su propietario ni las autoridades competentes se
hacen cargo y además del estado de ruina que tienen ya algunas partes existe la
amenaza de construcción de un edifico de 5 plantas.
Esperemos que los responsables de esta situación recapaciten
y en un futuro no muy lejano podamos disfrutar de la arquitectura y patrimonio valenciano en Avinguda
Burjassot, 142.
Carmen T. Costa
Carmen T. Costa
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